Mateo 5 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 48 versitos |
1

Sermón del monte: las bienaventuranzas
Lc 6,20-23

Al ver a la multitud, subió al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos.
2 Tomó la palabra y comenzó a enseñarles del siguiente modo:
3 Felices los pobres de corazón,
porque el reino de los cielos les pertenece.
4 Felices los afligidos,
porque serán consolados.
5 Felices los desposeídos,
porque heredarán la tierra.
6 Felices los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados.
7 Felices los misericordiosos,
porque serán tratados con misericordia.
8 Felices los limpios de corazón,
porque verán a Dios.
9 Felices los que trabajan por la paz,
porque se llamarán hijos de Dios.
10 Felices los perseguidos por causa del bien,
porque el reino de los cielos les pertenece.
11 Felices ustedes cuando los injurien y los persigan y los calumnien [falsamente] de todo por mi causa.
12 Alégrense y pónganse contentos porque el premio que les espera en el cielo es abundante. De ese mismo modo persiguieron a los profetas anteriores a ustedes.
13

Sal y luz
Mc 9,50; Lc 14,34s

Ustedes son la sal de la tierra: si la sal se vuelve sosa, ¿con qué se le devolverá su sabor? Sólo sirve para tirarla y que la pise la gente.
14

Mc 4,21; Lc 8,16; 11,33; cfr. Jn 8,12

Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad construida sobre un monte.
15 No se enciende una lámpara para meterla en un cajón, sino que se pone en el candelero para que alumbre a todos en la casa.
16 Brille igualmente la luz de ustedes ante los hombres, de modo que cuando ellos vean sus buenas obras, glorifiquen al Padre de ustedes que está en el cielo.
17

Jesús y la Ley

No piensen que he venido a abolir la ley o los profetas. No vine para abolir, sino para cumplir.
18 Les aseguro que mientras duren el cielo y la tierra, ni una «i» ni una coma de la ley dejará de realizarse.
19 Por tanto, quien quebrante el más mínimo de estos mandamientos y enseñe a otros a hacerlo será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero quien lo cumpla y lo enseñe será considerado grande en el reino de los cielos.
20 Porque les digo que si el modo de obrar de ustedes no supera al de los letrados y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos.
21 Ustedes han oído que se dijo a los antiguos: No matarás; el homicida responderá ante el tribunal.
22 Pues yo les digo que todo el que se enoje contra su hermano responderá ante el tribunal. Quien llame a su hermano imbécil responderá ante el Consejo. Quien lo llame renegado incurrirá en la pena del infierno de fuego.
23 Si mientras llevas tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,
24 deja la ofrenda delante del altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y después vuelve a llevar tu ofrenda.
25 Con quien tienes pleito busca rápidamente un acuerdo, mientras vas de camino con él. Si no, te entregará al juez, el juez al comisario y te meterán en la cárcel.
26 Te aseguro que no saldrás hasta haber pagado el último centavo.
27 Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio.
28 Pues yo les digo que quien mira a una mujer deseándola ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
29 Si tu ojo derecho te lleva a pecar, sácatelo y tíralo lejos de ti. Más te vale perder una parte de tu cuerpo que ser arrojado entero al infierno.
30 Y si tu mano derecha te lleva a pecar, córtatela y tírala lejos de ti. Más te vale perder una parte de tu cuerpo que terminar entero en el infierno.
31

Mc 10,11s; Lc 16,18; cfr. 1Cor 7,10s

Se dijo: Quien repudie a su mujer que le dé acta de divorcio.
32 Pero yo les digo que quien repudia a su mujer – salvo en caso de concubinato– la induce a adulterio, y quien se case con una divorciada comete adulterio.
33 Ustedes, también, han oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y cumplirás tus juramentos al Señor.
34 Pero yo les digo que no juren en absoluto: ni por el cielo, que es trono de Dios;
35 ni por la tierra, que es tarima de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey;
36 ni jures tampoco por tu cabeza, pues no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.
37 Que la palabra de ustedes sea sí, sí; no, no. Lo que se añada luego procede del Maligno.
38

Lc 6,29s

Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente.
39 Yo les digo que no opongan resistencia al que les hace el mal. Antes bien, si uno te da una bofetada en [tu] mejilla derecha, ofrécele también la otra.
40 Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica déjale también el manto.
41 Si uno te obliga a caminar mil pasos, haz con él dos mil.
42 Da a quien te pide y no des la espalda a quien te pide prestado.
43

Lc 6,27s.32-36

Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores.
45 Así serán hijos de su Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.
46 Si ustedes aman sólo a quienes los aman, ¿qué premio merecen? También hacen lo mismo los recaudadores de impuestos.
47 Si saludan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? También hacen lo mismo los paganos.
48 Por tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo.

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Introducción a Mateo

Mateo

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más -los «nazarenos»- dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra judeo-romana. De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

Destinatarios
. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Jesús respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Jesús, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1). Jesús, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

Autor, fecha y lugar de composición.
Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes hace pensar que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos -el primer evangelio que se escribió-, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q». En cuanto a su fecha de composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80. En cuanto a su lugar de origen: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar.
Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia, hasta llegar a ser, incluso en nuestros días, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia. Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:
Su estilo literario.
Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en una asamblea eclesial.
Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado doctrinal o un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Jesús teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.
El Jesús que presenta. No es el Jesús visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Jesús que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y lleno de citas proféticas que se cumplen en su persona.
Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, duro de cabeza y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Reconociendo sus defectos, pero limando sus asperezas, los apóstoles, según Mateo, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje de la investidura de poder a Pedro, base y fundamento de la Iglesia (16,18).
El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.
La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Jesús, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

Sinopsis. La gran introducción de la infancia tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4-13) y en Jerusalén (14-25), donde Jesús va pronunciando sus famosos cinco discursos -como un nuevo Pentateuco-: El sermón del monte (5-7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26-28) sobre la falsilla de Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

Mateo 5,1-12Sermón del monte: las bienaventuranzas. El sermón del monte (el primero de los cinco discursos programáticos de Jesús) es la carta magna del nuevo pueblo de Dios. Se ha de leer con el monte Sinaí y Moisés al fondo (Éx 19) para apreciar diferencias y contrastes.
Encabezan el discurso las ocho bienaventuranzas que constituyen el nuevo programa del reinado de Dios. Declaran: «felices los pobres», porque en ellos el reino de Dios se hace ya presente como don y como gracia en medio de nosotros. Son enunciados de valor, no mandatos como el decálogo del Sinaí, una invitación a superarse constantemente, una denuncia de mezquindades, una oferta de la misericordia de Dios y don del gozo incontenible que trae el reinado de Dios.
A diferencia de Lucas (6,20-23), cuyas bienaventuranzas van dirigidas a todos sin especificar, como un mensaje profético que señala a los pobres, perseguidos y marginados como los preferidos, las bienaventuranzas de Mateo tienen un auditorio concreto y restringido: el grupo de los que Jesús había llamado a seguirle: «se le acercaron los discípulos... y comenzó a enseñarles del siguiente modo» (1s).
El evangelista escribe para una comunidad cristiana ya establecida, que comienza a organizarse como Iglesia y necesita profundizar en su nueva identidad de seguidores de Jesús, después de la ruptura traumática con el judaísmo, de donde procedía la mayoría y que les dejó en una situación de marginación social, cultural y religiosa. Es probable que estos hombres y mujeres fueran realmente pobres, menospreciados y perseguidos. Mateo les invita a descubrir los valores del reinado de Dios en las dificultades por las que atraviesan. Las palabras de Jesús son, en primer lugar, una invitación a vivir la pobreza, la aflicción, el desprendimiento, el hambre y la sed de justicia como «bienaventuranzas».
Y así, la pobreza material se transformará en «pobreza de corazón» o apertura confiada a la voluntad y providencia del Padre; la aflicción, en «consuelo» mesiánico, el único capaz de dar sentido al sufrimiento y a la muerte; el desprendimiento, en posesión de la «herencia» de la tierra, expresión que equivale a recibir el reinado de Dios; y el hambre y la sed de justicia, en «esperanza» del cambio radical que traerá la Buena Noticia.
Estas cuatro primeras bienaventuranzas podrían dar la impresión de una fácil y falsa espiritualización de la dura realidad humana con la esperanza pasiva de una reivindicación en un futuro reinado de Dios. Pero no es así. A estas cuatro actitudes del corazón siguen las otras cuatro bienaventuranzas del compromiso y del empeño por cambiar la realidad y hacer presente el reinado de Dios aquí y ahora: el compromiso de la misericordia y la solidaridad; el empeño de una vida honrada y limpia; el trabajo por la paz y la reconciliación; la firmeza ante la persecución.
En estas ocho bienaventuranzas Jesús indica el comienzo del reinado que ya está aconteciendo en la praxis de los pobres. Y es en la práctica de los pobres donde despunta, aunque de lejos, la nueva creación. En ellos la vida nueva del reinado se construye en torno a sus ejes básicos: posesión compartida de la tierra (4), ausencia de males que hacen sufrir y llorar (6), práctica de la justicia (6) y de la solidaridad (7), nueva experiencia de Dios (8) y de la relación filial con Él (9), que es la raíz de la verdadera fraternidad.


Mateo 5,13-16Sal y luz. Las breves parábolas de la sal y de la luz completan la proclamación de las bienaventuranzas y terminan el exordio del sermón del monte. Estos dos elementos tan necesarios en la vida cotidiana han entrado a formar parte del mundo simbólico de todas las religiones y culturas.
La tradición bíblica ha visto en las propiedades de la sal -dar sabor y preservar los alimentos- un símbolo de la sabiduría. Para Mateo, esta sabiduría es la Palabra de Dios, la Buena Noticia, no en abstracto, sino personificado en la vida de los creyentes: «Ustedes son la sal de la tierra» (13).
La advertencia de «si la sal se vuelve sosa» sigue resonando hoy día, quizás con más urgencia que en otras épocas de la historia de la evangelización de la Iglesia. Nuestro mundo postmoderno, que ha dado ya la espalda a todas las ideologías, sólo reacciona ante el impacto del testimonio, y sin el testimonio de una vida cristiana seria y consecuente, la Buena Noticia se convertirá en una ideología más; habrá perdido todo su sabor.
En la misma línea se mueve la comparación de los cristianos con la luz del mundo. Más explícitamente que la sal, la luz evoca el mensaje de Jesús reflejado en la conducta diaria de sus seguidores. San Pablo dirá: «si en un tiempo eran tinieblas, ahora son luz por el Señor: vivan como hijos de la luz» (Efe_5:8). También la luz, sin el testimonio, es opaca; brilla solamente a través de las obras. La práctica de las bienaventuranzas lleva consigo una forma de vida alternativa que necesariamente será contracultural y en donde la persecución aparece como una consecuencia ineludible. Pero, incluso, o mejor, en la persecución este estilo de vida alcanza mayor plenitud de sentido: serán «sal de la tierra» y «luz del mundo». Así realizarán la misión del Siervo de Dios: siendo perseguidos (Isa_50:4-9), serán «luz de las naciones» (Isa_42:6; Isa_49:6).
En la visión de Isaías de la ciudad irradiando luz desde lo alto y atrayendo a todos los pueblos de la tierra (Isa_60:1-3) ve el evangelista la misión universal de anunciar la Buena Noticia, encomendada a los que han sido ya iluminados por la luz de Cristo.
Mateo 5,17-48Jesús y la Ley. Jesús expone su postura frente a la Ley, la Torá. Primero, en términos genéricos, incluyendo toda la Escritura en la consabida fórmula «ley y profetas»; después, en una serie de seis contraposiciones agudamente perfiladas, encabezadas por las famosas antítesis de Mateo: «han oído que se dijo... pues yo les digo». Jesús habla con una autoridad que está por encima de la legislación antigua.
Jesús reconduce los mandamientos a su raíz y a su objetivo último: el servicio a la vida, a la justicia, al amor, a la verdad. No opone a la Ley antigua una nueva ley, sino que la transforma y la lleva hacia una radicalidad sin precedentes, rompiendo todos los moldes y criterios que han dado origen a cualquier legislación humana. En el centro de esta parte del sermón del monte está el respeto sagrado a la persona y la denuncia contra todo aquello que, aun camuflado de artificio legal, atente contra la dignidad del hombre y de la mujer.
Pero es, sobre todo, en las dos últimas antítesis donde aparece toda la revolucionaria novedad del mensaje de Jesús, el no rotundo a la ley del Talión: «ojo por ojo, diente por diente» (38). ¿No sería utópica una sociedad humana sin esta ley? En realidad, la ley del Talión ha existido en todas las culturas, no sólo en la bíblica, como mecanismo para que la sociedad no se disuelva en el caos de una violencia indiscriminada.
Aunque su cruda aplicación haya desaparecido ya prácticamente de nuestro mundo de hoy, la ley del Talión, por más sofisticada que se muestre en nuestros comportamientos individuales o en los códigos legales, sigue estando vigente y considerada como necesaria para asegurar una aceptable convivencia humana. Así, la violencia legalizada y más o menos controlada parece ser la única respuesta para hacer frente a todo otro tipo de violencia que amenace al individuo o a la colectividad. Un ejemplo entre tantos, es la pena de muerte.
Jesús propone la subversión de este principio porque corrompe las relaciones de las personas entre sí y con Dios. Este cambio radical sólo podrá partir de la fuerza creadora del amor y será la única respuesta que pondrá fin a toda violencia. No sólo se trata de una no violencia pasiva -«no opongan resistencia al que les hace el mal» (39)-, sino activa: «Pero yo les digo: amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores» (44). Ésta es la utopía evangélica que propone el sermón del monte: el amor a todos, sin condiciones, tal y como es el amor de «su Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos» (45). El amor no tiene límites, como no tiene límite la perfección a la que el creyente tiene que aspirar: «sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo» (48). Imitando de esta manera a Dios, podremos crear una sociedad justa, radicalmente nueva.
Quizás tengamos que confesar tristemente que nuestro mundo no está aún preparado para que la ley evangélica del amor sustituya a la ley del Talión; pero, precisamente porque hemos tocado fondo en los horrores de la violencia y la violencia institucionalizada está enquistada, Jesús invita apremiantemente a sus seguidores a poner en práctica la utopía del amor evangélico como humilde levadura que producirá el cambio. Mateo lo expresa con sencillez y realismo: «si uno te da una bofetada... al que quiera ponerte pleito... si uno te obliga a caminar mil pasos... a quien te pide prestado» (39-42). Las respuestas podrán parecer absurdas, pero llevan en sí el poder que cambiará el mundo.