I Macabeos 3 La Biblia de Nuestro Pueblo (2006) | 28 versitos |
1

Actividad de Judas en Judea
2 Mac 8,1-7

Le sucedió su hijo Judas, apodado Macabeo.
2 Todos sus hermanos y los partidarios de su padre le prestaron apoyo y combatieron con entusiasmo por Israel.
3 Judas extendió
la fama de su pueblo;
vistió la coraza como un héroe,
ciñó sus armas y entabló combates
protegiendo sus campamentos
con la espada.
4 Fue un león en sus hazañas,
un cachorro que ruge por la presa;
5 rastreó y persiguió a los impíos,
quemó a los agitadores del pueblo.
6 Por miedo a Judas
los impíos se acobardaron,
los que hacían el mal fracasaron;
por su mano triunfó la liberación.
7 Hizo sufrir a muchos reyes,
alegró a Jacob con sus hazañas,
su recuerdo será siempre bendito.
8 Recorrió las ciudades de Judá
exterminando en ella a los impíos;
apartó de Israel la cólera divina.
9 Su renombre llenó la tierra,
porque reunió a un pueblo
a punto de ser exterminado.
10 Apolonio reunió un ejército extranjero y un gran contingente de Samaría para luchar contra Israel.
11 Cuando lo supo Judas, salió a hacerle frente, lo derrotó y lo mató. Los paganos tuvieron muchas bajas, y los supervivientes huyeron.
12 Al recoger el botín, Judas se quedó con la espada de Apolonio, y desde entonces siempre combatió con ella.
13 Cuando Serón, general en jefe del ejército sirio, se enteró de que Judas había reunido en torno a sí una tropa numerosa de fieles seguidores suyos dispuestos a pelear,
14 se dijo:
– Voy a ganar fama y renombre en el imperio luchando contra Judas y los suyos, ésos que desprecian la orden del rey.
15 Se le sumó un fuerte ejército de gente impía, que subieron con él para ayudarle a vengarse de los israelitas.
16 Cuando llegaba cerca de la cuesta de Bet-Jorón, Judas le salió al encuentro con un puñado de hombres;
17 pero al ver el ejército que venía de frente dijeron a Judas:
–¿Cómo vamos a luchar contra esa multitud bien armada, siendo nosotros tan pocos? Y además estamos agotados, porque no hemos comido en todo el día.
18 Judas respondió:
– No es difícil que unos pocos envuelvan a muchos, porque a Dios le da lo mismo salvar con muchos que con pocos,
19 porque la victoria no depende del número de soldados, sino de la fuerza que llega del cielo.
20 Ellos vienen a atacarnos llenos de insolencia e impiedad, para aniquilarnos y saquearnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos,
21 mientras que nosotros luchamos por nuestra vida y nuestra religión.
22 El Señor los aplastará ante nosotros. No les tengan miedo.
23 Nada más terminar de hablar, se lanzó contra ellos de repente. Derrotaron a Serón y su ejército,
24 lo persiguieron por la bajada de Bet-Jorón hasta la llanura. Serón tuvo unas ochocientas bajas, y los demás huyeron al territorio filisteo.
25 Judas y sus hermanos empezaron a ser temidos, y una ola de pánico cayó sobre las naciones vecinas.
26 Su fama llegó a oídos del rey, porque todos comentaban las batallas de Judas.
27

Batalla de Emaús

Cuando el rey Antíoco se enteró, se enfureció y ordenó concentrar todas las fuerzas de su imperio, un ejército poderosísimo.
28 Abrió el tesoro y repartió a las tropas el sueldo de un año, ordenándoles estar preparados para cualquier eventualidad.

29 Pero cuando vio que las arcas se le vaciaban y que los tributos de la región disminuían por las discordias y la miseria que había desencadenado en el país al suprimir las leyes antiguas,

30 tuvo miedo de que, como le había ocurrido más de una vez, no le llegara para los gastos y regalos que solía hacer superando a los reyes anteriores.

31 Viéndose muy apurado, proyectó marchar a Persia, para recoger los tributos de aquellas provincias y reunir una gran suma de dinero.

32 A Lisias, miembro distinguido de la familia real, lo dejó al frente del gobierno, desde el Éufrates hasta los confines de Egipto,

33 y le encomendó el cuidado de su hijo Antíoco, hasta su vuelta.

34 Le dejó la mitad de las tropas y de los elefantes, y le comunicó todas sus decisiones, en particular las referentes a la población de Judá y Jerusalén:

35 que enviara contra ellos un ejército para aplastar y aniquilar al ejército de Israel y a los que quedaban en Jerusalén; que borrara su nombre de aquel sitio

36 y estableciera extranjeros por todo el territorio.

37 El rey, por su parte, marchó de Antioquía, capital de su imperio, el año ciento cuarenta y siete, llevándose la otra mitad de las tropas. Después de pasar el Éufrates fue recorriendo las provincias del norte.

38 Lisias escogió a Tolomeo hijo de Dorimeno, a Nicanor y a Gorgias, hombres poderosos y grandes del reino,

39 y envió con ellos cuarenta mil soldados de infantería y siete mil jinetes, para que invadieran y devastaran Judá, conforme a la orden del rey.

40 Partieron con todo su ejército, y fueron a acampar junto a Emaús, en la llanura.

41 Cuando los traficantes de aquella zona oyeron la noticia, acudieron al campamento con muchísima plata, oro y con cadenas, para comprar israelitas como esclavos. El ejército se vio reforzado además con tropas sirias y filisteas.

42 Judas y sus hermanos vieron que se agravaba la situación – los ejércitos acampaban en su territorio, y conocían la orden del rey que mandaba destruir y exterminar al pueblo– ,

43 y comentaron:
–¡Reparemos la ruina de nuestro pueblo! ¡Luchemos por nuestro pueblo y por el templo!

44 La asamblea se reunió para prepararse a la guerra y para rezar pidiendo misericordia y compasión.

45 Jerusalén estaba despoblada
como un desierto,
ninguno de sus hijos entraba o salía.
El santuario, pisoteado;
los extranjeros ocupaban la fortaleza,
convertida en albergue de los paganos.
Jacob había perdido la alegría,
ya no sonaban la cítara y la flauta.

46 Se reunieron y fueron a Mispá, frente a Jerusalén, porque antiguamente Israel había tenido allí un lugar de oración.

47 Aquel día ayunaron, se ciñeron un sayal, se echaron ceniza en la cabeza y se rasgaron las vestiduras.

48 Desenrollaron el volumen de la ley, para consultarlo lo mismo que los paganos consultaban a sus ídolos.

49 Llevaron los ornamentos sacerdotales, las primicias y los diezmos; hicieron ir a los nazireos que habían terminado de cumplir su voto,

50 y levantaron su voz al cielo diciendo:
–¿Qué podemos hacer con estos hombres? ¿A dónde los llevaremos,

51 si su templo está pisoteado y tus sacerdotes tristes y humillados?

52 Ya ves, los paganos se han reunido para exterminarnos. Tú conoces sus planes contra nosotros.

53¿Cómo podremos resistirles si tú no nos auxilias?

54 Tocaron las cornetas y lanzaron grandes alaridos.

55 Después Judas nombró jefes militares: comandantes, capitanes y suboficiales.

56 A los que estaban edificando una casa, a los que iban a casarse, a los que acababan de plantar una viña y a los miedosos les dijo que se volvieran a sus casas, como manda la ley.

57 El ejército se puso en marcha, y acamparon al sur de Emaús.

58 Judas ordenó:
–¡Prepárense! Sean valientes, estén atentos mañana al amanecer, para dar batalla a esos paganos que se han reunido contra nosotros para exterminarnos, a nosotros y nuestro templo.

59 Más vale morir en la batalla que ver las desgracias de nuestra nación y del templo.

60 Pero hágase la voluntad de Dios.

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Introducción a I Macabeos

1 MACABEOS

Contexto histórico. A la muerte de Alejandro, su imperio, apenas sometido, se convierte en escenario de las luchas de los herederos. En menos de veinte años se realiza una división estable en tres zonas: Egipto, Siria y el reino macedonio. Palestina, como zona intermedia, vuelve a ser terreno disputado por los señores de Egipto y Siria. Durante todo el siglo III a.C. dominaron benévolamente los tolomeos, siguiendo una política de tolerancia religiosa y explotación económica. En el 199 a.C., Antíoco III de Siria se aseguró el dominio de Palestina y concedió a los judíos en torno a Jerusalén autonomía para seguir su religión y leyes, con obligación de pagar tributos y dar soldados al rey.
En el primer siglo del helenismo, los judíos, más o menos como otros pueblos, estuvieron sometidos a su influjo, y se fue realizando una cierta simbiosis espiritual y cultural, sin sacrificio de la religión y las leyes y tradiciones paternas. El siglo siguiente, las actitudes diversas frente al helenismo fraguan en dos partidos opuestos: el progresista, que quiere conciliar la fidelidad a las propias tradiciones con una decidida apertura a la nueva cultura internacional, y el partido conservador, cerrado y exclusivista. En gran parte, las luchas que narra este libro son luchas judías internas o provocadas por la rivalidad de ambos partidos.
Antíoco IV hace la coexistencia imposible al escalar las medidas represivas (aquí comienza el libro). Los judíos reaccionaron primero con la resistencia pasiva hasta el martirio; después abandonaron las ciudades en acto de resistencia pasiva; finalmente, estalló la revuelta a mano armada. Primero en guerrillas, después con organización más amplia, lucharon con suerte alterna desde el 165 hasta el 134 a.C.; hasta que los judíos obtuvieron la independencia bajo el reinado del asmoneo Juan Hircano.
En tiempos de este rey y con el optimismo de la victoria se escribió el primer libro de los Macabeos, para exaltar la memoria de los combatientes que habían conseguido la independencia, y para justificar la monarquía reinante. Justificación, porque Juan Hircano era a la vez sumo sacerdote y rey, cosa inaudita y contra la tradición. Si la descendencia levítica podía justificar el cargo sacerdotal, excluía el oficio real, que tocaba a la dinastía davídica de la tribu de Judá.

Mensaje del libro.
El autor, usando situaciones paralelas y un lenguaje rico en alusiones, muestra que el iniciador de la revuelta es el nuevo Fineés (Nm 25), merecedor de la función sacerdotal; que sus hijos son los nuevos «jueces», suscitados y apoyados por Dios para salvar a su pueblo; que la dinastía asmonea es la correspondencia actual de la davídica.
Más aún, muestra el nuevo reino como cumplimiento parcial de muchas profecías escatológicas o mesiánicas: la liberación del yugo extranjero, la vuelta de judíos dispersos, la gran tribulación superada, el honor nacional reconquistado, son los signos de la nueva era de gracia.
El autor no vivió (al parecer) para contemplar el fracaso de tantos esfuerzos e ilusiones, es decir, la traición por parte de los nuevos monarcas de los principios religiosos y políticos que habían animado a los héroes de la resistencia. Fueron otros quienes juraron odio a la dinastía asmonea y con su influjo lograron excluir de los libros sagrados una obra que exaltaba las glorias de dicha familia.
Por encima del desenlace demasiado humano, el libro resultó el canto heroico de un pueblo pequeño, empeñado en luchar por su identidad e independencia nacional: con el heroísmo de sus mártires, la audacia de sus guerrilleros, la prudencia política de sus jefes. La identidad nacional en aquel momento se definía por las «leyes paternas» frente a los usos griegos, especialmente las más distintivas. Por el pueblo, así definido, lucharon y murieron hasta la victoria.
El libro es, por tanto, un libro de batallas, con muy poco culto y devoción personal. Dios apoya a los combatientes de modo providencial, a veces inesperado, pero sin los milagros del segundo libro de los Macabeos y sin realizar Él solo la tarea, como en las Crónicas. El autor es muy parco en referencias religiosas explícitas, pero el tejido de alusiones hace la obra transparente para quienes estaban familiarizados con los escritos bíblicos precedentes.

Fuente: La Biblia de Nuestro Pueblo (Liturgical Press, 2006),

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Notas

I Macabeos 3,1-26Actividad de Judas en Judea. Con un canto para exaltar su misión guerrera, comienza el ciclo de Judas (3,1-9,22). Se apoda «Macabeo» -nombre que asumirán los libros sagrados-, que significa «martillo» porque golpea con fuerza y sin descanso a sus enemigos. Cuenta con el apoyo de todos. Es presentado como un hombre sabio, valiente y de fe. Sus acciones y hazañas recuerdan al patriarca Judá, a Saúl y Jonatán por la metáfora del León (Gn 49; 2Sa_1:23); a Moisés y los jueces en su liderazgo liberador; a David en sus hazañas militares. Judas Macabeo está convencido de ser un instrumento en las manos del Señor.
En el año 166 a.C., Apolonio, gobernador de Samaría y responsable del saqueo de Jerusalén, es el primero en salir derrotado a manos del ejército de Judas Macabeo. Después de su muerte, Judas le arrebata la espada, tal como hizo David con Goliat (1Sa_21:9). Serón, general del ejército sirio, animado por el deseo de fama y poder, será el segundo en la lista de derrotados. La batalla se desarrolló en Bet-Jorón (16), un lugar famoso en la conquista de la tierra prometida (Jos_10:10). El miedo de Judas ante una derrota militar por inferioridad numérica, es superado por la fe en el Dios de los «débiles», que da la cara por su pueblo en cada batalla y apoya a los que luchan por la vida y la Ley (21). La Ley, promulgada como un conjunto de señales que indicaban el camino correcto para una convivencia justa, fraterna y en paz (Éxo_20:1-17), se convirtió con el tiempo en un instrumento de poder que las autoridades religiosas utilizaban para imponer al pueblo «duras cargas» (Luc_11:46), situación que permite entender la postura crítica de Jesús (Mat_23:23). En la victoria de Judas, además de la fe cuenta su genialidad estratégica, al acomodar su pequeño ejército en la cima de la montaña, desde donde con sorpresa lanza su ataque. A partir de esta victoria Judas y su proyecto político, militar y religioso comienza a ser tomados en serio.


I Macabeos 3,27-60Batalla de Emaús. La victoria de los «débiles» pone en alerta al imperio. Antíoco se ve en la necesidad de abrir dos frentes de batalla, uno contra Persia con el fin de conseguir dinero para mantener la guerra contra quienes amenazan su poder y riqueza -Aún hoy, se siguen haciendo guerras por razones económicas sin importar las personas que mueren en ellas-; el otro frente, bajo el mando de Licias, busca aplastar la sublevación judía y borrar su nombre del lugar (3,35). El número de cuarenta mil soldados de infantería y siete mil jinetes elegidos para esta tarea, coincide con las cifras de 1Cr_19:19, dejando ver en el autor la intención de comparar a Judas con David. El ejército macabeo, conciente de su inferioridad, saca fuerzas para el combate, recordando la cruel situación que atraviesa el pueblo, la ciudad y el Templo (59), consultando la Palabra de Dios (48), haciendo ayuno y oración (47), respetando las normas para participar en el combate (56), pero sobre todo, poniendo todo en las manos del Señor (60). La lucha por la paz, con libertad, justicia y dignidad lo merece todo, aun la propia vida.
El imperio a pesar de su superioridad sigue siendo derrotado por varias razones: la inteligencia de Judas, al mejor estilo de David, en su estrategia militar; la memoria en un Dios liberador que siempre vence a cualquier faraón; y el sueño por mantener una Alianza que los hace libres e hijos predilectos de Dios. Cuando los pobres luchan con inteligencia por una liberación integral y unida al amor de Dios, no hay causa que se pierda.